La capital de las Cícladas, Siros, es una isla de muchos rostros. Incluso su ciudad principal —construida sobre dos colinas— tiene una doble identidad. La majestuosa y grandiosa Ermúpoli (la ciudad de Hermes) está coronada por una iglesia ortodoxa. Y situada encima de ella, Ano (Superior) Siros, es el típico pueblo cicládico, pero coronado por monasterios e iglesias católicas.
Desde las plazas pavimentadas de mármol en el puerto, hasta las mansiones de Dellagratsia que parecen sacadas de un cuento de hadas, los contrastes se entremezclan de manera exquisita. Este es un lugar en el que podrías vivir todo el año y donde hay mucho que hacer. Te resultará fácil adaptarte a la vida cotidiana de una isla donde lo tradicional y lo clásico son tan dulces como un loukoumi (una delicia turca).
Aquí es donde los capitanes de la industria de la isla construyeron sus elegantes casas, todas con vistas panorámicas del Mediterráneo. En el siglo XIX, fueron sede de recepciones glamorosas y bailes lujosos. Debajo de ellas resalta la cúpula de la Iglesia de Agios Nikolaos. Su interior refleja la riqueza de los feligreses: un iconostasio y un púlpito de mármol, y candelabros traídos desde Trieste. Si tienes suerte, podrás escuchar el coro de la iglesia que ha estado endulzando la brisa desde la década de 1920.
Nunca te aburrirás de esta bulliciosa pero regia ciudad portuaria. En la capital de Siros, las losas de mármol pavimentan la espaciosa plaza principal que está presidida por el grandioso ayuntamiento, una de las obras maestras del siglo XIX de Ernst Ziller, el famoso arquitecto sajón que se convirtió en ciudadano griego. Los elegantes edificios neoclásicos de techos altos emiten un aura de antigua prosperidad, entre ellos el restaurado Teatro Apollo (una versión en miniatura de La Scala de Milán), el club Hellas, el cine Pallas y muchas otras muestras de la arquitectura urbana de antaño. Sus interiores son igual de impresionantes, ya que están ornamentados con impresionantes murales y piezas de artesanía en madera.
Aquí encontrarás de todo: cafeterías, tiendas, tabernas y restaurantes, incluso un casino ubicado en una mansión que data de la década de 1830. Al final de la carretera de la costa encontrarás los viejos almacenes de tránsito y una imponente aduana del siglo XIX.
En griego se les denomina loukoumia, el equivalente de delicias turcas en español, pero estos dulces suaves y masticables, aromatizados con agua de rosas, pistachos, almendras y otros frutos secos, son en realidad una especialidad de Siros. Los lugareños dicen que es el agua de la isla, y no el azúcar o los aromas, lo que los hace tan exquisitos. Son adictivos, así que llévate un montón cuando abandones la isla. No te olvides de probar los turrones.
Ano Siros presenta todos los rasgos de un pueblo típico de las Cícladas. Sus casas blancas y cúbicas se acurrucan una junto a la otra en la empinada ladera. Además, están conectadas por callejones apenas lo suficientemente anchos para permitir el paso de dos personas, que ocasionalmente se expanden en terrazas espectaculares. Hay tres cosas que caracterizan a este pueblo: la catedral renacentista de San Jorge en su cima, los monasterios a sus pies y las melodías de buzukis de Márkos Vamvakáris, que todavía resuenan en sus tiendas y plazas. Nacido en Siros, Vamvakáris fue uno de los grandes exponentes del rebético (blues) en Grecia. Desde esta posición privilegiada en las alturas, tendrás una vista panorámica de Ermúpoli.
Recuerda estos nombres: Galissas, Delfini, Kini, Finikas y Dellagratsia. En estas playas las élites de ayer construyeron sus espléndidas villas. Sus paisajes serenos, aguas protegidas y hermosas calas son perfectos para unas vacaciones en familia.
Una parte del antiguo distrito industrial fue convertida en un museo. Al pasear entre sus edificios, verás exhibiciones permanentes sobre la historia y la industria de trasporte marítimo de Ermúpoli. Esta experiencia hará que te enamores aún más de Siros.
La Pascua en cualquier lugar de Grecia es, por definición, especial, pero el Viernes Santo en Siros es particularmente conmovedor. Todas las casas aristocráticas de la ciudad se iluminan, lo que aumenta la solemnidad de la procesión nocturna e intensifica la sensación de viaje al siglo XIX.
Grámmata significa escribir y en la bahía de Grámmata, en el norte de Siros, hay letras marcadas en las rocas. Generaciones de marineros, arrastrados hacia esta costa inhóspita, inscribieron sus deseos, oraciones y nombres sobre ellas. La mayoría datan de la época romana y bizantina. Tanto la bahía como la cercana Cueva Gris son accesibles en barco o a pie.