- Lugares para visitar
- Cosas que hacer
- Planifica tu viaje
- Inspírate
- Más
- ATRÁS
- Islas Griegas
- Ciudades y Pueblos
- Lugares y Monumentos
- Destinos Costeros
- Escapes Naturales
- By region
- ATRÁS
- Dream away
- Ideas de viaje
Hasta hace algunos unos años, Folégandros era un secreto bien guardado en el corazón del Egeo y conocido por solo unos pocos. Ahora, un número creciente de personas está descubriendo esta pequeña isla de gran belleza natural y estilo de vida tranquilo. La Hora (el pueblo principal) se tambalea de lado a lado en el borde de un acantilado, con sus numerosas plazas enmarcadas por elegantes fachadas de iglesias cicládicas y tabernas de antaño con vistas al Egeo.
Por las noches, las mesas de las tabernas se llenan y el pueblo se vuelve aún más acogedor. El raki con miel fluye, la música arranca, la gente canta y nacen nuevas amistades. A la mañana siguiente, te encontrarás de nuevo con ellos en las playas bañadas por aguas color esmeralda o en los coloridos callejones de la parte más antigua del pueblo.
La Hora de Folégandros es probablemente una de las mejor ubicadas de todas las islas griegas, cuyos encantos agregan una nueva dimensión al significado de la palabra impresionante. Su parte más antigua —el medieval y amurallado Kastro— está muy bien conservado. ¿Te atreverás a pararte en el parapeto de la plaza Pounta para admirar la vista? Desde allí, podrás caminar hasta las otras plazas de la Hora. Cada una tiene su propia personalidad que se ve reflejada en una iglesia exquisita y en las pequeñas casas que brillan bajo capas de cal. En la Hora comprenderás el verdadero significado del dicho "lo pequeño es hermoso".
En el pasadizo techado del distrito amurallado de Kastro, alguna vez estuvo colgada una campana que sonaba todas las noches para anunciar el cierre de una puerta de hierro. ¡No habrías querido que te dejasen fuera en aquellos días! Las casitas del barrio de Kato Rouga parecen esculturas de arcilla blanca adornadas con colores vivos. Descansa un poco y luego dirígete a la Iglesia de Pantanassa. Desde allí podrás ver las islas de Milo, Sifnos y Kimolos.
Por encima de la Hora, un sorprendente sendero blanco traza un zigzag en la cara de la montaña en dirección a un edificio emblemático de Folégandros, la Iglesia de la Panagia. No lo pienses mucho, la caminata es suave y corta, y las recompensas son increíbles. La iglesia de tres cúpulas es un raro ejemplo de arquitectura eclesiástica del Egeo. En el interior hay un icono portátil de la Virgen, el cual es llevado en procesión por todas las casas de la isla en los días festivos de la Virgen, presentando un espectáculo conmovedor e impresionante. Además, las vistas son extraordinarias.
Ya sea que llegues a pie, en autobús o montado en un caique, verás lo fotogénicas que son las sublimes playas de Folégandros. Sin importar cuál sea tu elección —guijarros finos o arena dorada—, el nadar en aguas cristalinas está garantizado. Angali, Agios Georgios, Vardia, Livadaki, Hochlidia y Katergo se convertirán en nombres familiares para ti. Pero recuerda, debes llevar tus propias provisiones, ya que las tumbonas, sombrillas o cafés helados son más raros en Folégandros que en cualquier otra parte del Egeo. Eso sí, la belleza de estas playas es por si sola recompensa suficiente.
Si midieras los senderos de la isla, descubrirías que se extienden por muchísimos más kilómetros que las carreteras asfaltadas. Generaciones de granjeros y pastores marcaron docenas de rutas hacia sus pastos y cultivos que cualquier excursionista que se precie querrá probar. La mayoría de ellas están pavimentadas con losas. Recorre tantas como puedas. Te conducirán a algunos de los secretos más bellos y mejor guardados del Egeo.
Ano Meria, el único pueblo de la isla además de la Hora, ha mantenido su carácter eminentemente agrícola. Aquí, en una antigua granja, podrás ver con tus propios ojos cómo era realmente una granja tradicional, con su bodega de almacenamiento, su horno al aire libre y su prensa de aceitunas. Asimismo, serás testigo de un fenómeno de Folégandros, los limoneros amurallados. El viento invernal sopla con tanta fuerza que los lugareños erigen altos muros de piedra alrededor de cada uno para protegerlos.
Ostentando una altura de 11 m, el faro del cabo Mihelo ha estado operando desde 1912. Agrega el sendero que conduce aquí a tu lista de caminatas interesantes y disfruta de la impresionante vista a medida que el Egeo se desnuda ante tus ojos.